Presentación Anna

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A los ocho años quería ser veterinaria, escritora, misionera, pintora, propietaria de una parada del mercado y habladora de idiomas.
Y me quedaba en blanco cuando alguien me preguntaba: ¿qué es lo que más te gusta?
Me gustaban tantas cosas que no sabía qué escoger.
¿Por qué tenía que escoger?
Bueno. Pues tres décadas más tarde, elegí.
 
Pero antes, deja que te cuente algo.
En mi familia solo viajaba mi abuelo Silvino.
Se apuntaba a todo viaje de jubilados que implicara bus o tren, nada de aviones.
Le daba miedo que las siete balas que le quedaron de la posguerra se le movieran con las subidas y las bajadas, o que no lo dejaran pasar por el detector de metales.
Así que Galicia, su tierra de nacimiento, y Andalucía, su primera tierra de acogida, fueron sus destinos más lejanos.
Mi abuela Rafi le seguía.
Nadie más.
 
Entonces, ¿de dónde me venían esas ganas de descubrir nuevos lugares?
Quién sabe lo que me llevó a escribir en mi diario, a los ocho años: ‘Voy a coger la bicicleta, me voy a ir a China y desapareceré’.
Se ve que iba en serio porque a los 34 me fui para allá a trabajar y vivir una de las épocas más intensas de mi vida.
No desaparecí pero nunca se sabe.
 
En fin, soy Anna y me gusta callejear, el vino tinto, reírme y escribir. El mole poblano y la papa a la huancaína.
Y yo diría que hay una cosa que me gusta más que callejear: mi trabajo. 
Hace 15 años que me dedico a las relaciones internacionales, la educación para el desarrollo y la interculturalidad, y ahora inicio nueva etapa el área de Cultura d Paz en Nexes Interculturals. Porque, como mis compañeras y compañeros, yo también sigo pensando que un mundo mejor es posible.